Por: Graciela del Ángel Garcés
Desde niños hemos sido condicionados a generar la motivación extrínseca para llevar a cabo las cosas. Por ejemplo, cuando de bebés, dimos nuestros primeros pasos o dijimos nuestra primera palabra, seguramente nuestros padres o quienes fueron testigos de ello, nos dieron un aplauso, un abrazo o dijeron alguna exclamación de felicidad como recompensa por el logro y como parte de la celebración por lo acontecido.
Más adelante, cuando aprendimos a leer, es muy probable que haya pasado lo mismo, cuando logramos aprender a andar en bicicleta y así sucesivamente, la lista de ejemplos podría ser interminable, donde nuestros padres, seguramente nos dieron algún estímulo, ya sea físico o moral por cada uno de nuestros logros. Este tipo de ejemplos, consciente o no, es una práctica de condicionamiento operante desarrollada por el Psicólogo Burrhus F. Skinner, en el que la frecuencia de una conducta es modificada a través de la aplicación de reforzadores positivos o negativos contingentes con ellas.
En pocas palabras, si después de una conducta positiva recibimos una recompensa, es muy probable que la repitamos. Sin embargo, también se puede dar todo lo contrario. Por lo tanto, este condicionamiento operante, contribuye al desarrollo de la motivación extrínseca, que es la que está relacionada con lo que pasa fuera del individuo, por ejemplo, el premio otorgado en un concurso es lo que nos motiva externamente a participar en este, o, por lo contrario, si no queremos obtener un castigo o consecuencia negativa, evitamos ciertas conductas que ya sabemos que nos puede traer esa consecuencia.
Sin embargo, hay otro tipo de motivación más poderosa aún, la “intrínseca” la cual surge desde el interior del individuo por el simple hecho de considerar la conducta altamente gratificante, es decir, la persona hace ciertas acciones sin esperar nada externo, sino el hecho de hacerlas, lo hace sentir bien consigo mismo, esa es su propia recompensa, la cual surge desde su propio interior. Entonces, si queremos lograr todos nuestros objetivos en la vida, es mejor generar la motivación intrínseca, aunque no estemos tan acostumbrados, pues de niños se nos ha educado a esperar algo a cambio después de una acción, ya sea recompensa o castigo.
Es por eso que muchas veces, nos desmotivamos muy fácilmente cuando las circunstancias a nuestro alrededor no marchan como nosotros pensamos que debieran o no recibimos lo que creemos que merecemos y simplemente nos rendimos muy fácil cuando no vemos la recompensa después de haber hecho ciertas cosas.
Esto es muy peligroso para el logro de nuestros objetivos y crecimiento personal, ya que no todo en la vida se presenta de color de rosa, y es ahí en donde debemos de buscar la motivación dentro de nosotros mismos para no darnos por vencidos, hacer las cosas independientemente de que haya premio o no, te motiven o no, por el simple hecho de saber que lo que estamos haciendo es para nuestro propio beneficio y bienestar. Esto es determinante para poder forjar nuestro carácter y desarrollar habilidades, contemos o no con las condiciones externas para realizarlas, aprendiendo a trabajar y tomar acción con lo que se tiene y sin que nada nos detenga.